viernes, 21 de octubre de 2016

Ramón Llanes







CADA DÍA.


Cada día tiene un amanecer y un ocaso, una luz y una sombra, un sobresalto y una alegría, un perdón y un agravio, una paz y un conflicto.
Cada día es nuevo y antiguo, es cálido y fresco, es fuerte y débil, es ostentoso y humilde, es mujer y hombre.
Cada día salimos a la puerta para definir el camino, nos adentramos con dignidad hasta llegar a la meta marcada, somos un cuerpo que busca el confort y un alma que aligera los sentimientos. Percibimos, cada día, cómo se mueve el aire sin consultarnos, cómo se agranda la mar sin anunciarlo, cómo viene la lluvia sin presentirlo. Percibimos el malestar, la miseria y el desastre, percibimos la bondad y el amor. Nos hemos acostumbrado al olvido de quien nos olvida y al amor de quien nos ama.
Cuando se acabe la jornada y el ocaso apunte el cierre en nuestros ojos habremos sentido mil sensaciones imposibles de describir pero aún sin tiempo para pensarlas, algún cansancio nos empujará a compartir un sueño para recuperar los amaneceres siguientes y poder encontrarnos de nuevo con la luz, la sombra, la paz, los silencios y la nostalgia.
Algo así es la vida.






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